lunes, 4 de enero de 2010

Enseñanzas Musicales


Parece como si en la enseñanza de la música cada cual tocase a su aire y, muchas veces, de oído. Apenas se estudia música en serio mas allá de la flautita sin medir, en los niveles obligatorios. Se construyen faraónicos auditorios mientras los presupuestos racanean para la formación musical de los ciudadanos. Se agolpan estudiantes en los primeros cursos de los conservatorios y, luego, casi nadie finaliza el grado superior. Esta partitura no hay quien la entienda. La LOGSE vino a regular, puede decirse que por vez primera los estudios musicales integrándolos en el sistema educativo como enseñanzas de régimen especial y enfocándolos, desde dos vertientes claramente diferenciadas: la profesional y el gozo por el arte.
Posibilitar que toda la población pueda descubrir las excelencias de la música como formación de la persona debería ser un objetivo prioritario en cualquier política cultural y educativa. Para conseguirlo es necesario, por una parte, asegurar que esa materia se imparte con garantías y por especialistas desde los primeros niveles de enseñanza y, por otra, aumentar la oferta musical dirigida al público de todas las edades.
Muchos no se contentarán con la música aprendida en la primaria y secundaria y buscarán una mayor profundización. Esa demanda puede ser cubierta desde escuelas de música sociales, municipales, comarcales, centros específicos con una enseñanza a la carta para dar satisfacción a gentes de toda edad y profesión. Aunque no otorguen títulos académicos, las escuelas deberían estar conectadas con grupos musicales (conjuntos instrumentales, orquestas, coros) y convertirse en vivero de futuros músicos. Sólo desde una amplia base podrán descubrirse talentos y despertarse vocaciones que sigan después estudios profesionales.
A falta de alternativas, quienes han querido aprender música han tenido que dirigirse a un conservatorio o a un centro privado.
Tal vez haya que tamizar la actual red de conservatorios, estudiando localización, tamaño y niveles que imparte cada uno. Es posible que en algún caso se necesiten inversiones para conseguir instalaciones y equipamientos dignos, pero sin dispendios (que pagamos todos). Porque donde, de verdad, se juegan su prestigio es en la calidad de sus enseñanzas.
Una selección rigurosa de alumnado ensamblada a una organización con la composición de la orquesta como esquema general pueden conducirlos a un mejor aprovechamiento de recursos y a una mayor vinculación con el mundo profesional. De puertas adentro, seguramente habrán de plantearse cambios metodológicos para convertir al instrumento en el eje central de aprendizaje del alumno. En manos de su profesorado está conseguir un coherente proyecto educativo de todo el centro capaz de limar individualismos reticentes.
Sobre la música se habla mucho y con demasiado ruido, pero pocas veces se buscan soluciones globales. Somos uno de los países europeos con más conservatorios (alrededor de doscientos en 1993) y nos vemos obligados a importar músicos y profesores. Alemania, con doscientas orquestas estables (en el mismo 1993) y cien teatros de ópera, sólo tiene veinticinco conservatorios, pero un millón de alemanes asisten a clase en las mil escuelas de música de enseñanza no profesional abiertas en pequeñas y grandes ciudades. Evidentemente, el sistema que desafina es el nuestro.